Azul piscina
Un viernes en la sala de espera de un hospital. Ocho de la mañana. Se abre la puerta del fondo y una enfermera vestida de blanco me avisa que ya puedo pasar. El médico y sus enormes ojos verdes me saludan, y con una sonrisa me invitan a sentarme. Lo hago, obediente, y observo en silencio el extraño color azul piscina de la goma elástica que dejo que ate con fuerza alrededor de mi brazo desnudo.
Antes de que comience, decido informar a los ojos verdes que no va a ser fácil, (conmigo nada es fácil); que a mí estas cosas siempre me han resultado un poco violentas; que mis venas, tan huidizas y esquivas como yo, son imposibles de localizar.
Pero él sonríe de nuevo, y me responde tranquilizador que será rápido, que no me va a doler. Y yo también sonrío, fascinada por la profundidad de esos ojos que me miran serenos, en los que podría perderme para siempre, y ya no me importa que me haga daño, ni que dure eternamente....
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